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domingo, 11 de agosto de 2013

El Gran Asesino: Capítulo 1.19

La cita


El encuentro con Carlos fue el día lunes, nos vimos por primera vez en un restaurante. Él estaba vestido de forma sencilla pero elegante, si pequeña pancita formaba una gran esfera mientras permaneciera sentado; sus pechos eran pequeños pero se veían apretables. 
Llegué a la mesa donde él estaba sentado, lo salude diciendo un hola amigable y me senté a su lado derecho. Ahora junto a él pude ver sus piernas, eran realmente inmensas muy gordas, casi como las mías; eran hermosas y me encantaron. Él me miro, tomo mi hombro y dijo:
-Eres realmente hermoso Guillermo. 
-Y tú me encantas Carlos -le dije, y tomando confianza puse mi mano sobre una de esas piernas grandísimas-. Antes de cenar, tengo que decirte que mi apetito es enorme, yo devoro comida en volúmenes inmensos. Tal vez yo deba pagar mi consumo.
-No te preocupes, yo te invite -su mano bajó lentamente hasta mi pezón y lo pellizco con cariño-. Te pagaré todo lo que comas, el dinero no me hace falta.
Entonces vi la carta del menú, el último platillo que se exhibía era un enorme sándwich del tamaño de una sandía, el precio era enorme, pero había una leyenda que decía:
Si el cliente que ordene este sándwich se lo termina su cuenta será gratis.
No tuve que pensarlo demasiado, le mostré a Carlos el platillo y lo ordené. Hablamos de él, Carlos me contó que dejo los estudios tras la muerte de su padre, se dedicó a trabajar para mantener a su madre y sus dos hermanos menores. Ahora trabaja en una gran empresa empaquetadora siendo él el vicepresidente.
La comida llegó, el primer platillo de Carlos consistió en una sopa de pasta de espagueti, una gran cantidad generosa. Mi sándwich llegó, era gigantesco, sus panes eran muy gruesos; en su interior había carne en demasía, queso amarillo, queso manchego, una sola rebanada de lechuga, dos rebanadas de tomate rojo, mucha mayonesa, de sus extremos el queso derretido se derramaba hasta llegar al plato. En el plato también estaba una enorme porción de puré de papas tan grande como la que cabe en un tazón grande para cereal. Las bebidas eran gratis con el sándwich, primero me llevaron una enorme y hermosa malteada de chocolate.
La comida entraba a mi boca a un ritmo rápido al principio, el puré ya estaba a medio acabar, pero el sándwich no disminuía considerablemente. El segundo plato de Carlos llegó, mi sándwich seguía grande, aun no comía la mitad, cuando el postre de Carlos apareció.
Carlos termino de comer, a mí me faltaba solo una tercera parte del sándwich, el puré ya había desaparecido y mi cuarto baso de malteada estaba ya a la mitad. Parecía que el enorme emparedado nunca acabaría, me metí un gran trozo, lo mordí y lo tragué, hice lo mismo una y otra vez, ayudándome a tragar con la malteada.
-Me excitas al verte comer así –me dijo Carlos al oído.
Yo tomé su pierna de nuevo y se la sobé, manchando su pantalón con mostaza. Se limpió apenas dándole importancia y tomó un gran trozo del sándwich metiéndomelo en la boca. Ya solo quedaba una cuarta parte, me sentía súper lleno, mi estómago estaba duro y redondo, me lo sobé con mis rechonchas manos. Sentía que ya no podía tragar nada más, pedí otra malteada.
Descansé un poco, Carlos intentaba animarme, tomo mi barriga por debajo de la mesa y la sobo cerca de mis piernas, luego queriendo buscar mi verga levantó mi vientre y jugó así con él durante un rato, arriba y abajo, arriba y abajo una vez y otra y otra.
Partí en cuatro lo que quedaba del sándwich, con mis dos manos tome una de esas partes y la introduje a mi boca. Lentamente la tragué, agarré un segundo pedazo y lo comí son seria dificultad.
-Vamos, sé que tú puedes –me alentó Carlos, él tomó el tercer trozo y me llevó a la boca.
Abrí mi boca y el sándwich entró, lo tragué, ahora solo faltaba una pequeña porción comparada son lo que realmente era el sándwich. Tomé un gran trago de la malteada. La malteada se terminó, pero ahora no pedí otra bebida igual, más bien pedí un trago de vino. El último trozo fue el más difícil. Pero después de 10 largos minutos conseguí terminarlo.
El dueño del restaurante fue a felicitarme por haber comido su sándwich especial completamente. Nos hicieron fiesta y nos trajeron dos tragos los bebimos con alegría.

Saliendo del restaurante tomamos un taxi y Carlos le dio la dirección de su casa, el taxista movilizó su carro. Estábamos felices y satisfechos, divertidos y excitados directo al placer.

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