La cita
El encuentro con Carlos fue el día lunes, nos vimos por primera
vez en un restaurante. Él estaba vestido de forma sencilla pero elegante, si
pequeña pancita formaba una gran esfera mientras permaneciera sentado; sus
pechos eran pequeños pero se veían apretables.
Llegué a la mesa donde él estaba sentado,
lo salude diciendo un hola amigable y me senté a su lado derecho. Ahora junto a
él pude ver sus piernas, eran realmente inmensas muy gordas, casi como las
mías; eran hermosas y me encantaron. Él me miro, tomo mi hombro y dijo:
-Y tú me encantas Carlos -le dije, y
tomando confianza puse mi mano sobre una de esas piernas grandísimas-. Antes de
cenar, tengo que decirte que mi apetito es enorme, yo devoro comida en volúmenes
inmensos. Tal vez yo deba pagar mi consumo.
-No te preocupes, yo te invite -su mano
bajó lentamente hasta mi pezón y lo pellizco con cariño-. Te pagaré todo lo que
comas, el dinero no me hace falta.
Entonces vi la carta del menú, el último
platillo que se exhibía era un enorme sándwich del tamaño de una sandía, el
precio era enorme, pero había una leyenda que decía:
Si el cliente que ordene este sándwich se lo termina su cuenta será gratis.
No tuve que pensarlo demasiado, le mostré
a Carlos el platillo y lo ordené. Hablamos de él, Carlos me contó que dejo los
estudios tras la muerte de su padre, se dedicó a trabajar para mantener a su
madre y sus dos hermanos menores. Ahora trabaja en una gran empresa
empaquetadora siendo él el vicepresidente.
La comida llegó, el primer platillo de
Carlos consistió en una sopa de pasta de espagueti, una gran cantidad generosa.
Mi sándwich llegó, era gigantesco, sus panes eran muy gruesos; en su interior
había carne en demasía, queso amarillo, queso manchego, una sola rebanada de
lechuga, dos rebanadas de tomate rojo, mucha mayonesa, de sus extremos el queso
derretido se derramaba hasta llegar al plato. En el plato también estaba una
enorme porción de puré de papas tan grande como la que cabe en un tazón grande
para cereal. Las bebidas eran gratis con el sándwich, primero me llevaron una
enorme y hermosa malteada de chocolate.
La comida entraba a mi boca a un ritmo
rápido al principio, el puré ya estaba a medio acabar, pero el sándwich no
disminuía considerablemente. El segundo plato de Carlos llegó, mi sándwich
seguía grande, aun no comía la mitad, cuando el postre de Carlos apareció.
Carlos termino de comer, a mí me faltaba
solo una tercera parte del sándwich, el puré ya había desaparecido y mi cuarto
baso de malteada estaba ya a la mitad. Parecía que el enorme emparedado nunca
acabaría, me metí un gran trozo, lo mordí y lo tragué, hice lo mismo una y otra
vez, ayudándome a tragar con la malteada.
-Me excitas al verte comer así –me dijo
Carlos al oído.
Yo tomé su pierna de nuevo y se la sobé,
manchando su pantalón con mostaza. Se limpió apenas dándole importancia y tomó
un gran trozo del sándwich metiéndomelo en la boca. Ya solo quedaba una cuarta
parte, me sentía súper lleno, mi estómago estaba duro y redondo, me lo sobé con
mis rechonchas manos. Sentía que ya no podía tragar nada más, pedí otra
malteada.
Descansé un poco, Carlos intentaba
animarme, tomo mi barriga por debajo de la mesa y la sobo cerca de mis piernas,
luego queriendo buscar mi verga levantó mi vientre y jugó así con él durante un
rato, arriba y abajo, arriba y abajo una vez y otra y otra.
Partí en cuatro lo que quedaba del
sándwich, con mis dos manos tome una de esas partes y la introduje a mi boca.
Lentamente la tragué, agarré un segundo pedazo y lo comí son seria dificultad.
-Vamos, sé que tú puedes –me alentó
Carlos, él tomó el tercer trozo y me llevó a la boca.
Abrí mi boca y el sándwich entró, lo
tragué, ahora solo faltaba una pequeña porción comparada son lo que realmente
era el sándwich. Tomé un gran trago de la malteada. La malteada se terminó,
pero ahora no pedí otra bebida igual, más bien pedí un trago de vino. El último
trozo fue el más difícil. Pero después de 10 largos minutos conseguí
terminarlo.
El dueño del restaurante fue a felicitarme
por haber comido su sándwich especial completamente. Nos hicieron fiesta y nos
trajeron dos tragos los bebimos con alegría.
Saliendo del restaurante tomamos un taxi y
Carlos le dio la dirección de su casa, el taxista movilizó su carro. Estábamos
felices y satisfechos, divertidos y excitados directo al placer.
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